La memoria colectiva no es solo un recuerdo: es la base de nuestra capacidad para anticipar, reaccionar y protegernos. Construir una cultura de prevención fuerte no se trata de repetir el pasado, sino de aprender de él y usar esa experiencia para actuar con inteligencia cuando más se necesita.

1. La memoria como experiencia colectiva

Sismos como los de 1985 y 2017 en México dejaron más que daños: nos enseñaron cómo evacuar mejor, organizar brigadas, exigir alertas tempranas y crear normas más rigurosas para proteger vidas. Si no los recordáramos, estaríamos condenados a repetir errores. Mantener esa memoria viva nos permite mejorar protocolos y estar mejor preparados.

2. ¿Por qué es esencial recordar?

  • Los simulacros anuales del 19 de septiembre son más que un ritual: son un recordatorio activo de lo que no debe olvidarse, y una forma concreta de fortalecer nuestra capacidad de reacción.
  • Incluir estas historias en escuelas y hogares enseña que prevenir no es opcional, es parte de ser mayor.

3. Construir una cultura preventiva requiere participación

Una cultura de prevención se nutre de educación, colaboración y mensajes claros que lleguen a todos: desde alumnos y profesores hasta vecinos y líderes comunitarios.

  • La comunicación debe ser sólida, coherente y adaptada al contexto (lenguaje, canales, públicos).
  • Involucrar desde niños y adolescentes fomenta resiliencia colectiva y arraiga la prevención como estilo de vida.

La educación es fundamental para transmitir la memoria colectiva. Incluir la historia de los desastres y las medidas de prevención en el currículo escolar es vital para formar ciudadanos conscientes y preparados, como se hace en Japón.

4. Cómo convertir la memoria en prevención activa

Memorizar desastres no basta: se trata de construir rutinas que marquen la diferencia. Algunas ideas prácticas:

  • Conmemora fechas clave (como el 19-S) con ejercicios reales: simulacros, pláticas, prácticas de evacuación o revisión de protocolos.
  • Difunde ejemplos locales: lo que hizo una escuela, un vecindario o una familia que actuó bien puede inspirar al resto.
  • Promueve memoria activa: contar la experiencia con fotos, anécdotas o testimonios hace que la lección permanezca.

La memoria colectiva fomenta la resiliencia: Tras los sismos de 2017 en México, las comunidades se han organizado rápidamente para apoyar a los damnificados, demostrando que la memoria compartida impulsa acciones solidarias y eficaces.

Conmemorar fechas importantes y realizar simulacros nos asegura que las lecciones del pasado no se olviden. La memoria de los sismos pasados es un llamado a la acción y una guía para el futuro.

La memoria es más que un simple recuerdo; es una herramienta activa para la prevención. A través de ella, podemos aprender, educar y construir una cultura de prevención que nos prepare mejor para los desafíos futuros. Mantenerla viva es un compromiso con las generaciones presentes y futuras.

5. La tecnología como aliada preventiva

Recordar está bien, pero actuar a tiempo lo cambia todo. Por eso, una plataforma como la  alerta sísmica Alertándote no solo difunde señales, sino que permite programar simulacros, gestionar activaciones y reforzar el hábito de la prevención sin que parezca una carga, sino una herramienta útil para todos.

La memoria de un desastre es una exigencia: no olvidemos lo que enseñó, no repitamos lo que dejó. Una cultura de prevención bien sembrada nos hace menos vulnerables, más prósperos y más humanos.